EXITUS, de Ulises Bértolo.
Hay novelas que leo. Y otras que me leen a mí…
Exitus, de Ulises Bértolo, no es un libro de trama fácil o personajes previsibles: es una invocación. Una llamada a descifrar lo que hay detrás de una desaparición, un cadáver, una estrella de doce puntas dibujada en sangre. Pero también, y más aún, una invitación a mirar de frente ese abismo donde el alma humana, el símbolo antiguo y el sistema corrupto se entrelazan como ramas secas bajo la tormenta.
«Sobre una estrella de doce puntas, la sangre parecía un lenguaje extraño, una escritura sin autor».
La historia comienza con la desaparición de una mujer sin identidad en Madrid. No hay pistas. No hay rostro. Solo el eco de un caso archivado: el de Amaia Braganza, otra joven cuyo cuerpo apareció mutilado en un parque, con marcas rituales y un mensaje sellado en la sombra. Desde ahí, Elia Sandoval, una detective privada, expolicía, mujer expulsada por la furia justa, se ve arrastrada a una investigación que no solo es policial, sino profundamente espiritual, porque lo que se abre en Exitus no es un caso, sino una herida.
Un umbral.
Me conmueve la manera en que Bértolo articula su lenguaje. Sin alardes, pero con una tensión constante que obliga a permanecer alerta, como si la lectura misma fuera parte del rito. Reconozco en los personajes no solo heridas personales, sino arquetipos. Elia, por ejemplo, encarna la figura de la que no encaja, la que fue expulsada por decir una verdad incómoda. Y desde ese exilio, se convierte en el puente entre los vivos y los muertos, entre el poder y lo sagrado, entre el cuerpo del delito y el símbolo ancestral.
Exitus se adentra sin miedo en territorios densos: el sacrificio, la venganza, el poder que se oculta bajo la máscara de la ley y no lo hace como una novela negra más. Lo hace con un código casi místico, rozando la liturgia de lo oculto, con referencias a religiones antiguas, estructuras judiciales opacas y verdades que nadie se atreve a nombrar. Hay una espiritualidad subterránea latiendo en cada página, una sensación de que los crímenes no son solo delitos humanos, sino fracturas en el orden invisible de las cosas.
«Mientras existan personas que crean en un Dios todopoderoso, también las habrá que crean en quien se atrevió a alzar la mano contra él».
En su aparente dureza, Exitus nos recuerda que la muerte no es el final, sino la puerta que algunos traspasan para gritar lo que no pudieron decir en vida. Y en esa escucha, quienes quedamos de este lado tenemos la oportunidad de redimirnos, o de seguir reproduciendo el silencio.
«Recé con todas mis fuerzas para que ocurriera un milagro… y apareció usted».
Qué pedazo de historia… ¡voy a leerla otra vez!
¿Y tú, que me lees? ¿A qué estás esperando?
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