TEMPERAMENTO DE ESTRELLA...
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Cuando
mi mirada regresó a la dueña de esos labios rojos, se cruzó con la de ella y,
aun ahora, no sé cómo describir su expresión.
Confieso
que me impresionaron sus ojos, profundos y expresivos, unos ojos que más que mirar,
parecían destellear con verdadera pasión, con una intensidad desconocida para
mí por lo menos en aquellos días, resultaban tan subyugantes que tuve que
esforzarme por mantenerle la mirada. Estoy convencida, aun ahora, de que ese
efecto lo nutria lo que siempre se ha llamado el conocido «temperamento de
artista». Después de todo, una actriz no se catalogaba como una verdadera
estrella sin esa dosis letal de tormento, tragedia, misterio y victimismo
recalcitrante.
Todo
lo que he descrito anteriormente estaba enmarcado por un par de cejas
perfectamente delineadas, que manejaba con soltura, consiguiendo que se arquearan
con gracia a su voluntad.
No
tengo duda de la belleza de esta mujer, a pesar de que la frescura de la
juventud hacía tiempo que se había desvanecido.
Tenía
rasgos clásicos que parecían esculpidos, con pómulos altos que reflejaban un
cierto tipo de elegancia especial y creo que esa sensación se reforzaba con un
cabello oscuro como la noche, que caía en suaves ondas sobre sus hombros, y que
enmarcaba a su rostro a la perfección.
Llegados
a este punto, suspiré con disimulo porque empezaba a ponerme nerviosa. No me apartaba
la mirada y eso que el señor Lara le estaba comentando algo que parecía importante.
Si
mi propósito contando mi historia es hacerlo con sinceridad, debo de reconocer
que aquel momento lo guardo como uno de los que he pasado verdadera vergüenza.
Ahora, con la distancia del tiempo, me puedo ver ahí de pie con un aspecto lamentable ante la mirada de una mujer bellísima, que más que mirarme, me taladraba con una mirada abiertamente voraz. Sé que, en ese momento, y durante el tiempo que tuviera que estar al alcance de ella, no me valdrían pamplinas ni lloros de víctima. Supe que tenía ante mí a una verdadera fuerza de la naturaleza a la que no le valdrían milongas del tipo:
«No puedo o, en su defecto, como soy una
mujer…».
No
sé si fue porque leyó mis pensamientos o mi expresión mientras divagaba sobre
en qué estaría pensando ese hombre para traerme ante ella, cuando sonrió suavemente
antes de centrarse en él para decirle que estaba encantada no sólo de que
contara con ella para que le ayudara, sino que se mostró encantada conmigo.
Tanto
es así que remató su despedida diciéndole:
«Tranquilo
que va a estar bien. No te preocupes. Además, no sé si tendré que agradecértelo
yo a ti al final. Tengo la impresión de que acabas de traerme un diamante en
bruto».
Rieron
los dos y el señor Lara le beso con devoción la palma de la mano antes de ponerse en pie,
un gesto demasiado íntimo, o por lo menos así lo sentí. Incluso llegué a
ruborizarme al tener la sensación inesperada de ser una intrusa.
No
dijo más, pasó por mi lado y me guiñó un ojo mientras lo hacía.
Sentí
el sonido al cerrarse la puerta tras él y cerré los ojos un instante para
recobrar el poco valor que me quedaba.
Cuando
los abrí, me enfrenté a unos ojos oscuros como la noche que parecían sonrientes
cuando me preguntó:
«¿Sabes
leer y escribir?».
A
lo que respondí con una leve afirmación con la cabeza.
«Perfecto».
No
añadió más y alargó la mano para tocar la campanilla antes de levantarse de su
cheslón con un suave movimiento y de que su negligé se deslizara como
una nube vaporosa hasta sus pies.
Tus ojos, mirada tímida,
ResponderEliminarque como mariposas revolotean ondeando en el alféizar de la mía,
mueven mi mundo.
Tan cerca y a la vez tan lejos, nos tenemos en un vuelo
decido perdido en tu danza, dejarme llevar.
Amo el mundo que veo con tus ojos,
son como una saeta viajando alrededor del alma,
penetrando en lo más profundo,
despertando emociones dormidas.
Tus ojos pronuncian un discurso,
de un rostro frente a otro rostro,
en ese diálogo silencioso,
encuentro la verdad de nuestro ser.
Me desordeno como un niño,
que camina sobre el aire,
flotando en la brisa de tus miradas,
perdiéndome en el infinito de tu esencia.
Autora: Fabiola Rubio Gil.
©Copyright - Derechos Reservados 2025.
Precioso, Fabi. Muchas gracias!
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