UN AYER CON NOMBRE DE MUJER...
LAS TRECE...
ADA
La primera
Imagen: Google |
Mi tía Ada era una mujer silenciosa, de las que
no entorpecía la voz de su pensamiento porque era la única que escuchaba.
Siempre vestida de negro.
Se casó joven con el hombre que amaba. Vivió
cada uno de sus días pendiente de él. Y él se comportaba como un tirano de su
tiempo, de sus horas.
Ada lavaba su camisa blanca a mano con la
paciencia que da la adoración, más que el propio amor. Yo la observaba
asombrada, porque me parecía un ritual. Una especie de rito que solo estaba a
su alcance.
Cuando la tendía, acariciaba esa tela como si
fuera el ser más hermoso de la creación, pero eso no era lo mejor. Ada era
capaz de permanecer horas agitando el aire con un pañuelo blanco para que
ningún bichito rozara ese blanco celestial.
Una mañana salió para ir al colmado de la
esquina. Dejó a su amado sentado en el patio a la sombra fresca del limonero
que perfumaba sus vidas.
No tardó mucho en regresar, pero cuando lo
hizo, descubrió espantada que tanto su esposo como el limonero habían desaparecido.
Un gran estruendo los devoró. De su vida solo quedó un pequeño y difuso cráter.
No tuvo hijos. Nunca más se casó. Imagino que
vivió en ese silencio para no perder ningún recuerdo.
Siempre ha sido una desconocida para mí. Un
enigma.
El enigma de mi vida.
No guardaba ningún parecido con su única
hermana, María del Pilar, que era mi madre. Ni tan siquiera en el aspecto
físico, porque mi tía Ada era una mujer menuda, y quizás, por guardarse tanto
para sí misma, fuera la verdadera razón por la que le impidió a su propio
cuerpo que se desarrollara como quisiera.
Hoy me he enterado que falleció hace unos días.
Se ha muerto con noventa y cuatro años.
Llega toda una vida tarde a su propia muerte.
El tiempo me dirá si la echo de menos. Todavía
no lo sé porque siempre ha estado ausente y eso a pesar de que por edad era la
más cercana a mí, ya que tan solo nos separaban doce años de diferencia.
No es mucho si lo medimos con coherencia, pero no
debo olvidar un pequeño matiz muy importante y es que mi tía Ada nunca
pareció un ser de este mundo.
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