LA OLIVARERA.
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FOTOGRAFÍA: SONIA OLIVERA ARACIL PINEDO. |
Desde el mismo génesis el Olivo ha resultado
ser uno de los árboles más sobresalientes por su simbología. La mente que ha
recurrido a su imagen en algunos pasajes importantes de nuestra historia, ha
sabido captar en él lo que ha escondido bajo su corteza.
Unas veces como símbolo de la paz.
Otras como significado de la regeneración.
Incluso ha llegado a colmar las más insignes
testas de reyes.
Pero no contento con su magnificencia, entre
sus raíces nutre parabienes a la misma tierra que lo acoge: desde aceite para
ungir ceremonias, a uso medicinal, o como combustible para lámparas, y sobre
todo para la fabricación de jabones.
De hecho en la Biblia el aceite de olivo
simboliza el espíritu de Dios.
El olivo nace de sí mismo. Su quimera es
resplandecer, a veces plateado, en su inmortalidad. No acomete a razones
mundanas, se muestra erguido, incólume. En su paz sostenido. A veces parece
retorcerse sobre sí mismo, urdiendo en su tronco oquedades en las que almacena
el rechazo que le produce un mundo al
que cuesta comprender. Y aunque mil avatares intenten abatirlo siempre
florecerá y regalará ufano un fruto que simboliza a la misma vida y a la
generosidad.
El olivo forma una parte importante de
nuestra entidad mediterránea. ¿Quién no ha soñado alguna vez con tumbarse a su
sombra para dejarse arrastrar con el silencio de su sabiduría?
Un rincón para soñar, aunque a veces se pase
por la vida sin encontrarlo.
Soy afortunada, porque gracias al consejo de
un gran profesor amigo mío, he tenido la oportunidad de vivir ese segundo
mágico.
He respirado el rincón de Sonia.
Sonia es una mujer espléndida. Es la
olivarera, que no olivera, del mercado central. Y te ofrece con una sonrisa iluminada por una
mirada que guarda el cielo mediterráneo, el fruto de este árbol milenario en
las mil y una formas en las que se puede disfrutar de él. Pero no contenta con
eso, te brinda la oportunidad de vivir su amor por los libros.
Me pareció maravilloso verla rodeada por una
pequeña biblioteca que pone a disposición de los clientes con alegría, a la vez
que vende sus encurtidos.
Letras y olivas.
Una metáfora increíble del mejor destino para
un árbol.
Pienso que no puede ser más excepcional,
quizás por eso me recordó a la misma Minerva. La diosa romana considerada la
diosa de la razón y cuyo símbolo vegetal era el olivo.
Sin pretenderlo simboliza a la perfección lo
que nos ofrece nuestra misma tierra a raudales: eternidad con las palabras y el
equilibrio que nos regala las ramas del olivo.
Una vez leí una frase de un escritor italiano
que decía:
«Un campo de olivos es como una biblioteca
donde uno va a olvidar la vida o a comprenderla mejor».
Así percibí a Sonia y a su rincón,como un
campo de olivos.
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