UN PEQUEÑO RELATO. 26...ESA LUZ...
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FOTO: MIRIAM C.ALVAREZ MEDINA. DEL BLOG 40aneraunamas.blogspot.com |
Siento como poco a
poco, mis párpados luchan por abrirse. Es como si hicieran una tímida
danza sobre mis pupilas. Poco a poco, muy lentamente, parece que consigo
fijar por unos instantes la mirada.
Me cuesta parpadear.
La consciencia apenas
de mala gana quiere regresar, insiste una y otra vez para ocupar el espacio de
la oscuridad y es justo el instante en el que por fin los abro.
Luz. Me enfrento a una
luz que es capaz de llenarme el pensamiento. La puedo hasta oler.
No siento dolor.
Ni tampoco, como la sangre mana de mi cuerpo,
como queriendo regar la tierra que me envuelve.
Respiro...
Dejo de hacerlo un
instante, necesito oír el sonido del silencio, pero el proceso de la vida que
fecunda la tierra me invade. Puedo sentir el pequeño silbido del aire al mover
las hojas secas que, como hipnotizadas por mi presencia, se arremolinan sobre
mí, atraídas por una poderosa gravedad.
No siento dolor...
¿Por qué?
De todo lo que fui o
pude llegar a ser...
¿Alguna vez existí?
O tan solo fui un
fugaz pensamiento que se desvanece con el simple hecho de girarme para poder
retenerlo.
¿Fui arena o un aroma
suspendido en el espacio?
¿Quise vivir o, por el
contrario, me venció el miedo?
Y no siento dolor...
Puedo notar bajo mi
espalda la fuerza de las raíces de los árboles y cómo serpentean buscando vida
y me golpea su fuerza latente quebrando el espacio, ligando a la escultura de
su tronco alzada hacia el cielo, con el eje de la vida oculta en la misma
tierra. Un tronco forjado por el beso del viento y de la lluvia, lleno de pequeñas
cicatrices y recovecos surcados por la huella del tiempo.
Sé que si viviera cien
años y cien vidas diferentes, el destino me traería hasta este punto y poco a
poco tomo conciencia de ello.
Cada paso, cada
decisión que he tomado...
Me han traído hasta
aquí, hasta el núcleo de este momento.
¿Muero?
Si es que sí, quiere
decir que alguna vez he vivido.
Pero... ¿nací?
Lástima, no puedo
recordar ni siquiera a mi propia rebeldía.
¿Qué es lo que me
queda?
Y con esta inquietante
presunta, siento a mis lágrimas debatirse para manar sin contención por mi
reseco y sangriento lagrimal.
Quedo yo, salvajemente
yo, aferrándome a la vida.
Y cuando ya no espero
nada, es cuando empiezo a percibir la vibración de unas pisadas martilleando la
tierra cercana a mí. Y voces… unas voces que no puedo sentir más lejanas.
¡Un momento! ¿Me están
llamando? ¡Alguien me llama!
—¡Esta aquí!... ¡La he
encontrado! —grita un hombre a pleno pulmón, antes de ponerse de rodillas a mi
lado.
—Tranquila... Estás a
salvo. Has tenido un accidente. Te has caído con el coche desde ese puente.
Ahora te llevaremos al hospital —me susurra, a la vez que con mucho cuidado me
coloca un collarín y me inmoviliza el cuello.
Lo oigo muy lejano,
pero aun así no puedo apartar la mirada de él, mientras me sonríe y la
misteriosa luz se desvanece.
Killa me has emocionado. ¡Que buen relato! Me encanta y muchas gracias por hacerme participe del
ResponderEliminarMil besos
De nada guapísima...presiento que me dejarás alguna más de un vez. Desde ahora te lo agradezco. Un abrazo enorme.
EliminarMe resulta de mucho gusto, amiga.
ResponderEliminarBeso