AL OTRO LADO.
Las diminutas gotas de lluvia golpeaban pausadamente sus
párpados. Helena se llevó las temblorosas manos a la cara parar
intentar parar su cauce. Parpadeaba lentamente, mientras
se esforzaba por recobrar la consciencia.
Supo que lo estaba consiguiendo cuando empezó a notar un sinfín de
piedrecillas clavándose en su espalda y en la parte posterior de la
cabeza. Se giró para evitar que la lluvia le ahogara los ojos.
Apoyó las palmas de las manos sobre la gravilla para intentar
incorporarse. Se sentía totalmente lastimada. Pequeñas heridas le cubrían la
piel de las manos. Poco a poco, consiguió sentarse. Al hacerlo se formaron
pequeños charquitos en los pliegues de la ropa.
Miró a su alrededor con gesto de impotencia al darse cuenta de que no
sabía dónde estaba, pero aun así comprobó que estaba sentada en mitad de un
descampado y rodeada por edificios. Exactamente podía ver los tendederos
repletos de ropa y cómo una serie de desconchones de todos los tamaños y
formas, jugaban con ganar la atención de su mirada.
Sacó fuerzas de donde pudo y se puso en pié. A sus piernas les costaba
mantener el equilibrio. Nunca sospechó que le resultaría tan doloroso
tirarse de un coche en marcha.
Empezó a caminar torpemente mientras la lluvia no le daba
tregua. Su larga melena rubia estaba totalmente empapada y le
costaba mucho apartarla de su cara.
En su mente se agolpaban los recuerdos de todo lo que acababa de
vivir...
Había huido de su país buscando una vida mejor. Cuando su amigo
Gregory le comentó la forma en que podía hacerlo, jamás pensó que pudiera ser
una trampa. Su sorpresa al llegar fue enorme, cuando descubrió que tenía la
vida presa en manos de delincuentes, que le iban a hacer pagar la deuda de una
manera que nunca pensó que pudiera ser posible.
Intentó secarse cómo pudo la cara con la manga empapada de su jersey.
Al hacerlo pudo oler el perfume de Javier. De repente notó como una
agradable sensación de calor le llenaba el interior del pecho.
Javier había sido la única luz en aquel oscuro túnel. Cerró los ojos y
pudo visualizar la primera vez que se cruzaron sus miradas y de la forma sutil
en la que se había ido acercando a ella poco a poco, a pesar de estar
sumidos dentro de aquella vorágine de acontecimientos.
El amor surgió de manera espontánea. A Javier no le importaba nada todo
lo que se había visto obligada a hacer. Él se mantenía en su puesto. Cada
vez que la obligaban a visitar a un cliente era Javier el que la llevaba con el
coche.
—Mi amor, no te preocupes en cuanto tengamos la más mínima oportunidad. Te sacaré de esto. Te lo prometo.
Helena lo miraba en silencio con total incredulidad. En el fondo de su corazón deseaba que sus palabras fueran ciertas, pero no podía remediar dudar de él. La vida, a estas alturas, le había enseñado que no se podía confiar en nadie.
Aquella noche no le había dado indicios de que todo fuera a ser diferente. Se había sentado en el asiento posterior del coche como siempre, mientras que conducía Javier y a su lado permanecía en silencio el guardaespaldas de turno.
Se dirigían al centro, a un conocido hotel de lujo.
Javier aprovechó que había mucho tráfico y cogió una ruta alternativa
que los derivó a la periferia de la ciudad. Sus miradas se cruzaban a través
del espejo retrovisor en silencio. Al pasar por una zona de descampados entre
edificios, Javier aminoró la marcha sin llegar a detener el vehículo.
Sin dudarlo sacó un arma y le apuntó al copiloto a la garganta, antes
de volverse con rapidez para gritarle:
—¡Ahora! ¡Salta del coche! —gritó decidido.
Helena dudó durante un segundo fugaz.
De forma automática cogió la manivela de la puerta y saltó con los ojos
cerrados sin mirar hacia donde caía. Justo en ese momento,
pudo oír el sonido de un disparo.
Por inercia, se encogió todo lo que pudo antes de impactar rodando
contra el suelo.
Entonces, todo se apagó...
Y qué ha sido de Javier? .. Creo que me he perdido en algún sitio ...
ResponderEliminarUn abrazo
No, no te has perdido, querida Aris...
ResponderEliminarEso se va a ver a través de la historia.
Un abrazo y gracias por estar ahí.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarUn final inesperado, a mi modesto entender, por cierto. Excelente prosa, Beatriz, y a consecuencia de esto recuerdo algo que dejó como enseñanza Chèjov: "Si en un relato o cuento mencionas o describes algo o un objeto, debes usarlo para que el cuento cierre". Muy lindo lo tuyo, querida amiga, esperaré la continuación.
ResponderEliminarGracias, amigo.
EliminarLo que dices es realmente cierto. Está claro que estoy en un continuo aprendizaje, pero quiero decirte que si me gusta escribir poesía...Escribir relatos es algo que me supera. Me encanta perderme en la historia, se conjuga una especie de magia que me permite abstraerme totalmente de mi misma y vivir una experiencia ajena...
Tiene que ser la pasión que uno mismo siento al escribir, me imagino.
Un abrazo, amigo.
Mi apreciación, querida Beatriz, intenta ser un halago, ciertamente!!!
EliminarUn abrazo muy fuerte.
De muy buen gusto, amiga.
ResponderEliminarBeso
Gracias...
EliminarUn saludo
Esperamos la continuación, se ve interesante.
ResponderEliminarUn abrazo
Gracias por todo.
EliminarUn saludo.