HIJA DE LA TORMENTA...

 



FOTO: @_beatrizcaceres


Acabo de descubrir que nada es real de todo lo que he creído saber en mi vida, que todo lo que percibimos como nuestra realidad, es una mera ilusión. Y que la verdad, (que si fuera una persona no podría ser más cruel y esquiva), es tan relativa como el mismo tiempo. Un tiempo que a su vez clama por una existencia en el amanecer de un mundo cuántico que lo impugna. Y lo niega tres veces: en su rostro del pasado, en el del futuro y en un presente tan desconcertante y distópico que parece extraído de una de esas películas de ciencia ficción de serie B de los años cincuenta que tanto me gustan. Como, por ejemplo, para centrarnos un poco y hacernos una idea, me valdrían títulos como: «El hombre de la cuarta dimensión» o, en su defecto, «El monstruo sin rostro».

La cuestión importante es: ¿he sido una mujer creyente? Si me realizara y validara mi propia escala Likert, con sus cinco ítems correspondientes para evaluar mi grado de fe, no sudaría mucho para llegar a la conclusión de que no. No he sido una mujer creyente. He sido una mujer de creencias. Toda yo. Desde la cabeza hasta los pies, pasando por todos mis chacras.

La siguiente cuestión sería: ¿mi rotundidad la ha producido el miedo? ¿He sufrido del clásico síndrome del cobarde que es ciego porque no quiere ver? O, por el contrario… ¿he sido de las que alimenta y se somete a creencia tras creencia impuesta por un entorno que se ha prestado gustoso a «hacerme una cama» en la que he retozado como si me bañara en mi propia salsa?

Preguntas complicadas para una respuesta sencilla. A todo lo anterior añado un profundo sí. He sido todo eso y más.

Es evidente que me expreso en pasado. En un pretérito que más oscuro y secreto no me podría parecer hasta que recibí la llamada. Y no me refiero a una llamada cargada de misticismo o a una epifanía. Me refiero a una llamada de teléfono de mi sobrina Mía que cambió mi vida por completo.

Como decía la gran Virginia Wolf: «Estoy enraizada, pero fluyo».

Hablando de raíces y de fluir, no existe mayor placer que conocer las historias ocultas que se pueden esconder en la corteza de un árbol…

Extracto de mi nueva novela: "Hija de la tormenta"

 

Comentarios

  1. Respuestas
    1. Eso se cree... Feliz mes de julio a ti también. Un abrazo.

      Eliminar
  2. Muy interesante el extracto de tu nueva novela Beatriz y desde ya felicitaciones por ello!!
    Todos tenemos esas preguntas que en distintas etapas de la vida nos vamos planteando, algunas tienen respuestas, otras no, o bien no queremos en verdad encontrarlas...somos el producto del mismo devenir de la vida, fluyendo continuamente , evolucionando, permitiendonos ser "otras/otros", con nuevas experiencias y formas de ser y vivir.Te dejo un abrazo grande!

    ResponderEliminar
  3. Lo cierto es, Eli, que a veces nos convertimos en esclavos de nuestras propias respuestas, quizás pensando que es la parte importante de la cuestión cuando no es así ya que dependemos del tipo de pregunta. Me encantan tu comentario cuando dices que fluimos y evolucionamos permitiéndonos ser otros/as. La real utopía está en el verbo permitir... no deberíamos caer en esa trampa. Ser nosotros o no serlo. Dar el paso sin ningún tipo de limitación. Pienso que ahí es donde está el verdadero sentido que se le puede dar a la vida.
    Mil gracias y un abrazo grande.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares